Aunque Mouján ya había trabajado con los desmontes para obrajes, "esto es mucho más bestial —asegura—, porque es topar y voltear árboles para quemarlos, sin aprovechar la madera. Ni siquiera se les permite aprovecharla a la gente del lugar, porque necesitan hacer todo rápido, ya que no se sabe cuánto tiempo durará el boom de la soja".
Sólo se escucha el viento es una premonición (hecha documental) acerca de lo que podría suceder de continuar el desmonte indiscriminado que se está realizando desde hace cuatro años en la zona del Gran Chaco. Lo que podría suceder es que sólo quede allí una pradera sin pobladores, animales ni vegetación, en la que no se escuchen ya voces ni cantos, sino sólo el sonido del viento.
Así, se ven topadoras trabajando de noche, familias indígenas expulsadas de sus tierras, otras que las venden por muy poco dinero, gente trasladándose al costado de la ruta con todas sus pertenencias, la formación encubierta de latifundios y la instalación de un cultivo que no genera mano de obra para los lugareños, "traen todo de afuera, las topadoras, las máquinas de siembra..."
Otro problema son los agroquímicos utilizados para la soja transgénica que matan toda otra forma de vida, amenazando los cultivos vecinos.
Sin embargo, muchos podrán señalar que el boom de la soja, vía exportaciones, trae suculentos dividendos al país. "Sí, es cierto —concede Mouján—, pero este proceso que, por un lado, da grandes ganancias; por otro, provoca más pobres y expulsados que terminan armando asentamientos alrededor de Resistencia, un proceso muy perverso". por Laura Gentile (Clarin)
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